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4 may 2021
Autor(es): Enrique García GómezNº 79 Año(s): 2021Sección: ReportajeObservaciones: Páginas 60-63
Uno de los espectáculos visuales más atractivos de la primavera ibérica son los jarales en floración. De la docena de especies que reconoce la obra Flora iberica (1) quizás la jara más conocida y destacada sea la jara pringosa (Cistus ladanifer), arbusto cuya talla habitual oscila entre uno y dos metros, si bien en zonas densas puede alcanzar los cuatro metros de altura. Por cierto, su nombre específico se debe al ládano, sustancia pringosa y aromática que hace inconfundible a esta especie.
La subespecie ladanifer es típica de regiones de clima mediterráneo, veranos secos y calurosos, con suelos silíceos. Habitual en la mitad occidental de la península ibérica, escaseando en el Norte, en donde las precipitaciones suelen ser más abundantes.
Estas jaras poseen flores vistosas y grandes, entre 5 y 9 cm de diámetro, solitarias y terminales, con cinco pétalos. Son de las flores más grandes de la flora ibérica. Los pétalos pueden ser blancos completos o blancos con una mancha púrpura en el centro de la base. Este último detalle depende de las dos formas que existen: la inmaculatus (inmaculada), con su blanco impoluto, y la maculatus (maculada) con su mancha distintiva. Ambas formas conviven dentro de las mismas poblaciones. En cualquier caso, las flores dan lugar a un fruto en forma de cápsula globosa, de 1-1,5 cm, que se suelen abrir en diez valvas que contienen infinidad de semillas minúsculas de color negro.
Tanto la distribución latitudinal como la altitudinal es muy amplia –llega a los 1.500 metros de altitud– por lo que su periodo de floración puede variar bastante de unas poblaciones a otras. Las flores pueden aparecer desde marzo hasta junio, aunque abril y mayo son los meses más floríferos.
A MUERTE CON SUS COMPETIDORAS
Las plantas, aparentemente tan inofensivas –excepto plantas espinosas y pinchudas– en muchas ocasiones poseen métodos agresivos para luchar contra especies competidoras. Uno de estos métodos se basa en liberar al medio ambiente ciertos compuestos químicos, toxinas al fin y al cabo, intentando evitar el establecimiento de estas últimas en el entorno de las primeras, eliminándolas totalmente. Esto es a lo que lo que se denomina alelopatía.
En la región mediterránea, dominada por zonas áridas o semiáridas, existe una gran proporción de plantas aromáticas, auténticas fábricas de terpenos. Y esto no es casualidad: los terpenos se volatilizan rápidamente en una atmósfera seca y caliente, por lo que se convierten en los compuestos orgánicos aromáticos y volátiles que utilizan muchas especies vegetales para su lucha química.
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