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10 ene 2020
Autor(es): Antonio D. del CampoNº 75 Año(s): 2020Sección: Opinión de actualidadSubsección: Restauración hidrológico-forestalObservaciones: Páginas 36-39
La gestión forestal y la hidrología
El papel del bosque en el ciclo del agua es fundamental, lo que ha dado lugar a diferentes técnicas de gestión forestal con un objetivo hidrológico preferente sobre el maderero. Existen enfoques centrados en la protección del suelo (por ejemplo, la restauración hidrológico forestal -RHF-, que ha predominado en España durante la mayor parte del siglo XX) y enfoques que persiguen el aumento del agua escurrida en la cuenca para mejorar los caudales líquidos (producción de agua). Si bien el propósito de estas técnicas es divergente, hay una clara convergencia en sus herramientas o métodos, que no son otros que la implantación o manipulación de la vegetación forestal para el control de los distintos elementos del ciclo hidrológico. En España, la RHF, con un objetivo muy orientado al control de los fenómenos torrenciales en cabecera y a la protección del suelo frente a la erosión, ha dominado mayoritariamente frente a otros objetivos hidrológicos. Sin embargo, son destacables las experiencias desarrolladas desde hace décadas en otros países orientadas a la producción de agua (Troendle et al., 2001). Simplificando esta dicotomía en términos de estructura forestal, podría decirse que los objetivos de protección del suelo pasan por el logro de espesuras completas de la masa, mientras que los objetivos de producción de agua plantean aperturas de la masa en un porcentaje mínimo del 20 % del área de la cuenca para lograr un aumento significativo de los caudales (Stednick, 1996).
Los extremos hidrológicos y el bosque: el caso de Orihuela (DANA y sequía históricas en menos de cinco años)
Centrándonos en la RHF, los objetivos de protección del suelo y regulación de caudales se han asociado tradicionalmente a espesuras completas, algo que parece suficientemente robusto como para pensar en su vigencia e inclusión en planes y proyectos técnicos. Pero ¿podemos mantener masas densas arboladas en amplias zonas del SE español con sequías que dejan la precipitación anual por debajo de tres dígitos?; en estas circunstancias, ¿cómo deberíamos plantear la RHF para las nuevas condiciones climáticas?
Nada mejor que la evidencia de la realidad para contestar estas preguntas: el monte “La Sierra” (AL-1052, término municipal de Orihuela, Alicante) fue repoblado en la década de 1940 siguiendo la tónica habitual de la época, con una repoblación monoespecífica de pino carrasco. En el archivo de la Generalitat Valenciana figura un proyecto fin de carrera del año 1949 del ingeniero de montes Eulogio Gómez Trenor (Gómez, 1949) que hace referencia a la repoblación de la Sierra de Orihuela, que se inició en 1943, y describe los trabajos realizados y los resultados obtenidos (Fotos 1 y 2). Si bien la dureza del clima había marcado un estado poco evolucionado en la masa, esta se había mantenido durante 70 años, hasta que la sequía de 2013-14 generó un déficit de precipitaciones muy acusado que produjo la mortalidad del 99 % del pinar (Muñoz, 2019; Fotos 3 y 4). Los 70 mm de lluvia en ese año frente a los casi 300 mm de media entre 1983 y 2012 contrastan con los 425 mm recogidos en 48 horas en el pasado mes de septiembre: “El doble desafío del agua”, en palabras del profesor Ruiz de la Torre. Ambos eventos, separados por tan solo cinco años, han sido catalogados como la mayor sequía y el mayor episodio de lluvia torrencial desde que se tienen registros en la zona.
La respuesta a las preguntas previas debe pasar por un replanteamiento del dogma de espesura completa, buscando estructuras forestales que usen menos agua y que sean más resilientes a los extremos de sequía, previsiblemente cada vez más frecuentes. El papel de la RHF en este caso (si es que hay papel para el bosque ante tales extremos pluviométricos) debe ser el de lograr y mantener coberturas medias del dosel que en todo caso mejoren o mantengan las propiedades hidrofísicas del suelo y su capacidad de infiltración, lo cual no es necesariamente incompatible con la apertura moderada del dosel (Prima et al., 2017). Aunque puede argumentarse sobre la reducida capacidad de regulación hidrológica del bosque frente a una precipitación torrencial como la registrada entre los días 12 y 13 del pasado mes de septiembre (los citados 425 mm), es obvio que una ladera arbolada siempre dará mejor respuesta hidrológica que desnuda.
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