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6 mar 2017
Autor(es): Enrique García GómezNº 67 Año(s): 2017Sección: ReportajeObservaciones: Páginas 48-57
Algunos de los bosques mediterráneos de la península Ibérica han sido aclarados por el hombre a lo largo de la historia, dando lugar a un pastizal seminatural salpicado por un arbolado disperso y poco denso que conocemos con el nombre de dehesa. Sus posibles orígenes pueden encontrarse en la mezcla de varias actuaciones, como el auge de la ganadería extensiva, la extracción de leñas y maderas, los incendios y las talas controladas o la puesta en cultivo de superficies hasta entonces cubiertas de bosque. Hay que tener presente que en la dehesa se enfrentan dos fuerzas dinámicas contrapuestas: por un lado, la sucesión vegetal, que tiende a llevar la dehesa hacia el bosque original, y por otro, la acción antrópica, con un conjunto de aprovechamientos que la alejan progresivamente del bosque. En estos agrobiosistemas, con la gestión adecuada, se establece un equilibrio entre los aspectos ecológicos y ambientales y los económicos y productivos. Su uso agrosilvopastoral (agrícola, silvícola y ganadero) ha supuesto una conjunción entre estabilidad y productividad –entre los estratos herbáceo, arbustivo y arbóreo–, y, en definitiva, entre la conservación y el aprovechamiento de recursos. Las dehesas son un fenómeno genuinamente ibérico. Ocupan una extensión de unos tres millones de hectáreas. La mayor parte se encuentran en la mitad occidental, aunque formaciones similares pueden encontrarse en cualquier área de la España mediterránea.
FLORA Y VEGETACIÓN DE LAS DEHESAS
Las dehesas son bosques autóctonos aclarados, en los que se dejan algunos pies arbóreos por hectárea y el resto está ocupado por especies herbáceas. Por tanto, siempre que las condiciones físicas lo permitan y se les preste el manejo adecuado, las dehesas solo presentarán dos estratos vegetales: el arbóreo y el herbáceo, que origina los pastos, de gran interés ganadero. No obstante, en la mayoría de las dehesas se pueden apreciar arbustos y matas, que proliferan en lugares difícilmente accesibles para el ganado o el tractor.
Las especies arbóreas más abundantes son del género Quercus. Además de la encina, que es el árbol más característico, puede haber alcornoques, rebollos, quejigos… No obstante, otras especies, como fresnos, enebros de la miera, sabinas, piruétanos, acebuches o pinos, aparecen como árboles más o menos abundantes en determinados lugares adehesados.
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