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15 dic 2021
Autor(es): Sin autorNº 81 Año(s): 2021Sección: EditorialObservaciones: Páginas 2-3
Una vez más, el lobo vuelve a estar en el centro de una diana de conflictividad social máxima. La decisión del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de incluir las poblaciones del norte y sur del Duero en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPRE), y la oposición a esta medida de las comunidades autónomas que gestionan el 95 % de su población (Galicia, Asturias, Cantabria y Castilla y León), ha vuelto a reavivar un debate que siempre estuvo latente pero con sordina en los últimos años.
El resultado final de esa inclusión es que el lobo dejará de ser especie cinegética, y con ello dejan se ser plicables los planes de gestión que las comunidades autónomas con mayor población de lobo aplicaban para calmar los ánimos de los sectores que se sentían perjudicados por su presencia.
Hasta ahora, el Duero dividía en dos la forma en la que se gestionaba su población. Al norte del río, donde el número de ejemplares ha crecido en los últimos veinte años, se podía cazar. Al sur, en donde su número es mucho menor, estaba prohibida su caza, aunque los ataques han aumentado en los últimos cinco años. Ahora hay una sola población y su gestión debe ser igual en todo el territorio nacional.
Ha provocado malestar en algunas comunidades autónomas la forma en la que se ha aprobado su inclusión en el LESPRE, por mayoría simple en una ajustada y repetida votación en la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad, en donde se acostumbraba a tomar decisiones entre un amplio apoyo y el consenso. Las comunidades autónomas con mayor población de lobo consideran que no se han tenido en cuenta sus necesidades y experiencia a la hora de dar respuesta diaria a las demandas sociales que provoca su presencia.
España dispone de una Estrategia de conservación del lobo desde 2005. Desde entonces, las administraciones no han sido capaces de realizar un censo nacional, uno de sus objetivos principales, y de ponerse de acuerdo en la gestión de las ventajas e inconvenientes que su presencia provoca en el medio rural.
El lobo simboliza emociones opuestas para grupos sociales muy diferentes, con distintos grados de conocimiento, intereses, necesidades y sensibilización. Existe un conservacionismo urbano, a veces acusado de elitista y moralista frente a un mundo rural supuestamente más práctico e insensible; pero también hay un conservacionismo científico y otro emocional, este último representado en el movimiento animalista cada vez con más presencia en la sociedad.
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