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21 abr 2023
Autor(es): Jordi PalauNº 85 Año(s): 2023Sección: Opinión de actualidadSubsección: Los espacios protegidos ¿la mejor herramienta de conservación?Observaciones: Páginas 10-13
Desde que en 1918 se crearan los dos primeros parques nacionales españoles, Covadonga y Ordesa, la política de áreas protegidas (en adelante AP) se ha desarrollado de un modo impresionante a lo largo y ancho de nuestra geografía. Después de unas décadas de poca actividad, en los años 70 del siglo pasado empezó a aumentar el ritmo de declaraciones, incrementándose progresivamente el número y la superficie de los espacios declarados, así como la cantidad de figuras legales utilizadas para su protección. El despliegue de la Red Natura 2000 ha supuesto, en las dos últimas décadas, un último y gigantesco ejercicio de declaración de áreas, aplicando un procedimiento sistemático derivado de la obligación de incorporar todas las áreas relevantes para determinadas especies y hábitats de interés comunitario.
El resultado de esta breve historia lo resumen las cifras más recientes del último Anuario de EUROPARC-España (2021): hoy tenemos 1.824 espacios naturales protegidos que cubren 127.122 km² (74.551 terrestres y 52.572 marinos), repartidos entre casi 30 figuras distintas de protección (!). Si consideramos la Red Natura 2000, esas cifras aumentan hasta 1.857 espacios que cubren 222.782 km² (138.083 terrestres y 84.405 marinos). La superficie protegida por la Red Natura 2000 en España representa un 27,3 % de la superficie terrestre, porcentaje que se eleva hasta el 36,2 % si se toman en consideración otras tipologías contempladas en la legislación vigente, como reservas de la biosfera, humedales de importancia internacional o geoparques.
Los citados porcentajes nos sitúan en una posición muy ventajosa para cumplir algunos de los retos más recientes que se ha fijado la humanidad en esta materia: tanto la reciente Conferencia de Montreal como la propia Estrategia Europea de Biodiversidad 2030 establecen la meta de incluir al menos el 30 % de la superficie terrestre y el 30 % de la marina en zonas protegidas, porcentajes que, en el ámbito terrestre, estaríamos prácticamente alcanzando a fecha de hoy. Podemos pensar, pues, que ya hemos cumplido con lo que era necesario. No cabe duda de que este esfuerzo titánico ejercido por nuestra sociedad ha aportado mucho tanto a la conservación de la naturaleza como al desarrollo de las comunidades humanas cercanas a esos espacios, pero también cabría preguntarse: ¿hasta qué punto se ha mantenido la esencia de aquello que se pretendía? Porque, ¿protegemos realmente la naturaleza en todos esos millones de hectáreas “protegidas”?
ALGUNAS CONSTATACIONES SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL
Quizás algunas constataciones puedan ayudarnos a reflexionar sobre este trabajo colectivo que es nuestra política de AP. La primera es que, a lo largo de su historia, las AP han jugado un papel determinante para la protección de la integridad física de muchos de nuestros mejores espacios naturales, y han contribuido decisivamente a la mejora del estado de conservación de muchas especies amenazadas. De vez en cuando surge alguna evaluación que concluye que las AP no son suficientes para detener la pérdida de biodiversidad, y seguramente esté en lo cierto; pero eso en ningún caso invalida el valor de lo que nos aportan. La pregunta que no suelen hacerse estas mismas evaluaciones es ...
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