Pág. 02 - EDITORIAL
Pág. 04 - APUNTES
Pág. 24 - OPINIÓN DE ACTUALIDAD. LOS EFECTOS DE LA BORRASCA FILOMENA SOBRE LA GESTIÓN DEL ARBOLADO URBANO Y FORESTAL
Pág. 36 - COLABORACIONES TÉCNICAS
Pág. 60 - REPORTAJE FOTOGRÁFICO
Pág. 64 - LA PÁGINA DE...
Pág. 66 - LITERATURA Y MEDIO NATURAL
Pág. 72 - PINCELADAS DE VIDA
Pág. 76 - NOTICIAS FORESTALES Y DEL COLEGIO
La relación que los humanos hemos tenido con las poblaciones de los distintos organismos que genéricamente se han denominado como plagas, ha sido un historia de lucha constante. La adaptación de estos organismos a distintos medios y situaciones, en las que sus dinámicas poblacionales chocan con nuestros intereses, es una historia de constantes interacciones sobre cultivos, ganado, montes y hogares; así como de continuados esfuerzos por eliminar a todos estos seres considerados perjudiciales. Hubo un tiempo en que esta guerra de los humanos contra la naturaleza pareció definitivamente liquidada, cuando la ciencia empezó a desplegar un abanico de sustancias químicas que prometían liberarnos para siempre de las molestas plagas. Desde mediados de la década de los cuarenta del pasado siglo, y en menos de veinte años, más de doscientas sustancias químicas básicas fueron creadas para eliminar insectos, roedores, malas hierbas y otros organismos considerados plagas. La liberación masiva de estas sustancias, prácticamente desde el laboratorio al medioambiente, sin un adecuado conocimiento previo de sus efectos en el ecosistema, es algo que hoy nos parecería impensable, pero no era así en los años cincuenta, cuando el entusiasmo por el progreso, interesadamente impulsado por la industria química, deslumbraba a todos.
En medio de este inquietante escenario, una mujer, bióloga por formación y escritora por naturaleza, se planteó serias dudas sobre la forma en que se empleaban numerosos productos químicos, y comenzó a reunir evidencias científicas y testimonios de primera mano sobre sus efectos en el ambiente. Su trabajo cambió la percepción social sobre pesticidas, herbicidas y demás sustancias que se usaban despreocupadamente, incluso en el ámbito doméstico, y supuso un punto de inflexión en la conciencia ambiental de la población de los países más desarrollados. Y todo esto se debió no sólo a su formación científica y su rigor en la investigación, sino especialmente gracias a su talento literario y su capacidad para comunicar. Lo que podría haber sido una exhaustiva recopilación de casos y un detallado informe cargado de fríos datos, se convirtió en el libro que despertó la conciencia ambiental de la sociedad norteamericana, y es hoy considerado como uno de los textos fundadores del ecologismo: Primavera silenciosa. La sensibilidad y la capacidad poética de su autora, Rachel Carson, son el principal valor de un libro que cambió la historia.
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