Pág. 02 - EDITORIAL
Pág. 04 - APUNTES
Pág. 24 - ENTREVISTA
Pág. 28 - OPINIÓN DE ACTUALIDAD. EL LOBO IBÉRICO Y SU INCLUSIÓN EN EL LISTADO DE ESPECIES SILVESTRES EN RÉGIMEN DE ESPECIAL PROTECCIÓN
Pág. 44 - COLABORACIONES TÉCNICAS
Pág. 78 - LA PÁGINA DE...
Pág. 80 - PINCELADAS DE VIDA
Pág. 84 - NOTICIAS FORESTALES Y DEL COLEGIO
Pág. 88 - AGENDA
El pasado verano, como viene sucediendo casi todos los veranos, los incendios forestales ocuparon durante algunos días el interés de los medios de comunicación y la sociedad. No fue un verano especialmente destacado en cuanto a número de incendios o superficie quemada, no más duro que otros recientes, sino más bien próximo a la media del último decenio. Sin embargo, algunos de los grandes incendios ocurridos concentraron la atención y, como también es habitual, sirvieron para que los medios transmitieran una sensación de excepcionalidad dentro de una situación no tan excepcional.
Uno de estos grandes incendios fue especialmente destacado, y este sí que es un caso que puede considerarse dentro de lo excepcional. Quemó cerca de 22.000 hectáreas, lo que lo sitúa en el tercer lugar por extensión desde que se tienen registros estadísticos. Pero este incendio, sin duda gravísimo, que afectó a una provincia escasamente poblada del interior peninsular, fue superado en atención por otro ocurrido en una poblada provincia costera y muy próximo a una importante zona turística, aunque ni siquiera alcanzó la mitad de super!cie quemada (aun siendo ésta muy elevada en cualquier caso). Este incendio del que hablamos, alcanzó notoriedad durante varios días ya que tuvo el “honor” de ser cali!cado como el primer incendio de sexta generación ocurrido en nuestro país. Este término, incendio de sexta generación, fue repetido en los medios durante algunas semanas, si bien no acompañaron muchas explicaciones sobre su signi!cado.
Es comprensible el éxito del término en nuestros medios, ya que cuando comunican sobre incendios, generalmente suelen elegir el tono catastró!co. No es sorprendente que esta generación resulte atractiva para nuestros informativos y periódicos, ya que tiene cierta resonancia apocalíptica, aunque se desconozca su contenido. Y en este sentido, no han sido pocos los profesionales forestales y del mundo de los incendios a los que la expresión ha pillado a contrapié, sorprendidos ante una etiqueta desconocida hasta hace poco para muchos, pero que en sí misma parece tener un largo recorrido, ya que se trata nada menos que de la sexta entrega de una saga de la que muchos no habían tenido noticia.
El concepto de generaciones de incendios fue propuesto hace ya unos años desde el entorno del GRAF, grupo especializado en incendios forestales del Cuerpo de Bomberos de la Generalitat de Catalunya. Este concepto forma parte de una clasi!cación de tipos de incendios forestales en función de las respuestas operativas ante los mismos de los sistemas de extinción. De forma muy simpli!cada, cuando las características del incendio corresponden a una tipología no descrita antes y que supera las capacidades que el sistema de extinción tiene para enfrentarlo, entraríamos en una nueva generación. Esta clasi!cación, como cualquier otra de un fenómeno natural, no deja de ser una simpli!cación útil para dar respuesta a necesidades humanas, como es en este caso la extinción de incendios. Por ello mismo, no debemos olvidar que no re$eja necesariamente la realidad ni que todos los posibles casos que suceden en la naturaleza tienen un acomodo claro en los tipos que la clasi!cación propone.
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