Pág. 02 - EDITORIAL
Pág. 04 - APUNTES
Pág. 16 - ENTREVISTA
Pág. 22 - OPINIÓN DE ACTUALIDAD. LA ORGANIZACIÓN EN LA EXTINCIÓN DE INCENDIOS FORESTALES
Pág. 38 - COLABORACIONES TÉCNICAS
Pág. 72 - REPORTAJE FOTOGRÁFICO
Pág. 90 - LITERATURA Y MEDIO NATURAL
Pág. 94 - PINCELADAS DE VIDA
Pág. 98 - LA PÁGINA DE...
Pág. 100 - NOTICIAS FORESTALES Y DEL COLEGIO
Pág. 103 - AGENDA
Esta extensa comarca, a caballo entre las actuales provincias de Toledo y Ciudad Real, fue así denominada por pertenecer desde el siglo XIII al XIX a la ciudad de Toledo. Desde entonces y hasta 1837, periodo de vigencia del Dominio Señorial de la ciudad, se dictaron una serie de ordenanzas que intentaban dar respuesta por parte de la ciudad a los problemas de explotación que se planteaban en los montes de su propiedad. La observación de estas estrictas directrices resultaría ser un factor decisivo en la conservación del medio natural, prescribiendo –por ejemplo– el uso del fuego en las rañas y piedemonte, estableciendo la prohibición de talas en los bosques o controlando los lugares y rotación de pastoreo. A los vecinos de la ciudad de Toledo se les permitía la extracción de madera y carbón vegetal para uso propio, la entrada de algunos ganados y el establecimiento de colmenas, pero se les vetaba realizar roturaciones y poner en cultivo nuevas tierras; mientras que por su parte los vecinos de los pueblos de los montes, que no eran propietarios, también tenían prohibido acometer roturaciones, estando solo autorizados a cultivar zonas ocupadas por jarales o brezales (el denominado entonces “monte pardo”) que posteriormente deberían abandonar. También podían aprovechar madera y leña para uso particular siempre que no procediera de bosques maduros de encina o mixtos con alcornoque y quejigo, además de rebollares (los denominados “monte bravo” y “monte grueso” respectivamente). Podían, además, apacentar rebaños y mantener colmenas, siempre pagando al común de los vecinos de Toledo la doceava parte de los productos obtenidos, el conocido como “dozavo”. La disminución de la población fue muy notable a lo largo de esta etapa histórica, llegando a desaparecer numerosos núcleos de población. El manifiesto de 1820, elevado a las Cortes por los pueblos monteños, fue el punto de inflexión a esta situación. En él se rechazaba la relación de vasallaje, siendo abolidos entre 1823 y 1837 los derechos señoriales e iniciándose algo más tarde un proceso desamortizador que culminó con la venta y privatización de la práctica totalidad de los Montes. La desamortización de Madoz en 1885 abría paso al mayor proceso de privatización de su historia, con importantes consecuencias sociales y económicas. Los nuevos propietarios, generalmente sin ninguna relación con la zona, comenzaron la explotación de sus recursos naturales especialmente a través de la agricultura y la caza, manteniendo enormes ....
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