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Resiliencia del pinar canario después de la erupción del volcán Tajogaite (La Palma, 2021)

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Pág. 04 - APUNTES

Pág. 34 - ENTREVISTA

Pág. 42 - ESPECIAL TELEDETECCIÓN

Pág. 78 - COLABORACIONES TÉCNICAS

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Pág. 131 - RINCONES NATURALES

Pág. 136 - LA PÁGINA DE...

Pág. 138 - PINCELADAS DE VIDA

Pág. 142 - NOTICIAS FORESTALES Y DEL COLEGIO

Autor(es): María Guerrero Campos, Patricia Marrero Rodríguez, Rafael García Becerra, José Carlos Miranda García-Rovés, Tania Domínguez Flores, Víctor Chano González, Beatriz Fariña Trujillo, Manuel Nogales Hidalgo y Félix Manuel Medina
Nº 87 Año(s): 2023
Sección: Colaboración técnica
Observaciones: Páginas 78-89

Durante 85 días (19 de septiembre – 13 de diciembre de 2021), la isla de La Palma sufrió el mayor evento eruptivo desde que se tienen registros históricos. El volcán Tajogaite emitió una gran cantidad de materiales volcánicos y gases, afectando a la población, a la economía local y a la biodiversidad. Tres ecosistemas se vieron afectados: matorral costero, matorral termófilo y pinar canario, siendo este último el que resultó más dañado, especialmente desde el cráter hasta 7 km hacia el sur de la isla. A pesar de ser un hábitat ampliamente estudiado, nunca se había evaluado el impacto de una erupción volcánica sobre su biodiversidad. Este estudio se ha centrado en este ecosistema, a similar altitud del cráter, a lo largo de la dorsal de Cumbre Vieja. Los resultados muestran que la velocidad de recuperación del pinar es más rápida de lo que se pensaba, permitiendo entender mejor los efectos de una erupción volcánica sobre la biodiversidad canaria.

Palabras clave: Islas Canarias, Pinus canariensis, recuperación, biodiversidad

VOLCANES Y BIODIVERSIDAD

Las erupciones volcánicas consti-tuyen una de las catástrofes naturales más complejas y extre-mas de estudiar debido a los diferentes tipos de daños que causan, su aleatoriedad, la falta de estacionalidad, la imprevisibilidad de su duración y las extensas áreas que pueden afectar. Estos fenómenos generan importantes perturbaciones en la vegetación, que pueden perdurar durante décadas, siglos o incluso milenios (Foster et al., 1998; Turner y Dale, 1998). Las erupciones que han tenido lugar en las últimas décadas, como las de Anak Krakatau (1930, Indonesia), Surtsey (1963, Islandia), Monte Santa Helena (1980, EE. UU.), Pinatubo (1991, Filipinas) o Tajogaite (2021, España), se han convertido en laboratorios naturales que ayudan a comprender la dinámica de los ecosistemas ligados al volcanismo. Durante las semanas o pocos años posteriores a una erupción (Crisafulli et al., 2015), o incluso cuando esta está en curso (Nogales et al., 2022), se abordan varias cuestiones mediante la observación y la experimentación. Estas preguntas incluyen la evaluación del grado de afección y la distribución espacial de los impactos en los ecosistemas, así como el seguimiento de las primeras etapas de la sucesión ecológica.


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