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La caza en el siglo XXI: evolución de una actividad ancestral

Pág. 02 - EDITORIAL

Pág. 04 - APUNTES

Pág. 24 - ENTREVISTA

Pág. 28 - OPINIÓN DE ACTUALIDAD. LA CAZA A DEBATE

Pág. 48 - COLABORACIONES TÉCNICAS

Pág. 90 - LITERATURA Y MEDIO NATURAL

Pág. 94 - PINCELADAS DE VIDA

Pág. 98 - LA PÁGINA DE...

Pág. 102 - NOTICIAS FORESTALES Y DEL COLEGIO

Pág. 103 - REDES FORESTALES

Pág. 104 - AGENDA

Autor(es): Sin autor
Nº 73 Año(s): 2019
Sección: Editorial
Observaciones: Páginas 2-3

Abordamos en este número un tema que no por antiguo deja de estar de actualidad: la caza, y su encaje en nuestra sociedad del siglo XXI.

La caza es una actividad desarrollada ya por las poblaciones humanas en el Paleolítico, a quienes servía de fuente básica de sustento, junto a la recolección. La revolución neolítica dio lugar al nacimiento de la agricultura y la ganadería, y con ello a un progresivo cambio de modo de vida, pasándose de poblaciones cazadoras-recolectoras a poblaciones sedentarias agrícolas y ganaderas. Poco a poco la caza fue dejando de ser la actividad principal para convertirse en un apoyo a las labores agropecuarias así como en una herramienta de protección del ganado, eliminando predadores que pudieran causarle daño.

Con el paso de los siglos, los objetivos de la caza fueron divergiendo. En medios rurales se mantuvo como una fuente adicional de ingresos y sustento y una herramienta de defensa de la ganadería, mientras que la nobleza la adoptó como forma de entretenimiento. Surge así una triple visión de la caza, como recurso para la subsistencia, como modo de eliminar amenazas y como forma de ocio o recreo, que ha ido evolucionando a lo largo del tiempo.

La caza como modo de eliminar amenazas se mantuvo de forma generalizada hasta casi el último cuarto del siglo XX, donde de una forma bastante abrupta se pasó del control de “alimañas” a la normativa sobre protección de especies amenazadas (ya que muchas de esas “alimañas” lo eran). Aún hoy en día existe, aunque con una intensidad mucho más limitada y controlada. Una consecuencia de esa lucha contra los predadores fue su drástica reducción, dando lugar a desequilibrios ecológicos. Así, la ausencia de depredadores da lugar en ocasiones a un exceso en la población de sus presas. Esto generó una nueva demanda cinegética, para el control de las poblaciones, que se extiende también al control de daños a la agricultura y la ganadería.

La caza como recurso de subsistencia fue perdiendo peso con el paso del tiempo, con la mejora en las condiciones de vida del mundo rural, a la vez que crecía la actividad cinegética como actividad de ocio. No se caza ya para obtener alimento sino por el disfrute del cazador con esa práctica, aunque de forma accesoria obtenga alimento. Esto da lugar a un cambio sustancial entre demandantes de caza y ofertantes de ella. Así, en muchas zonas rurales la caza deja de ser un aprovechamiento de subsistencia, pero se convierte en una fuente de ingresos procedente de los cazadores que demandan esta actividad; mantiene su carácter de aprovechamiento, pero pasa de ser de subsistencia a monetario en zonas donde las fuentes de ingreso son bastante limitadas. También la demanda de caza de muchos habitantes del medio rural lleva a la creación de cotos de caza locales y municipales para facilitar la actividad cinegética a todos los vecinos interesados.

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