Pág. 02 - EDITORIAL
Pág. 04 - APUNTES
Pág. 24 - ENTREVISTA
Pág. 28 - OPINIÓN DE ACTUALIDAD. LA CAZA A DEBATE
Pág. 48 - COLABORACIONES TÉCNICAS
Pág. 90 - LITERATURA Y MEDIO NATURAL
Pág. 94 - PINCELADAS DE VIDA
Pág. 98 - LA PÁGINA DE...
Pág. 102 - NOTICIAS FORESTALES Y DEL COLEGIO
Pág. 103 - REDES FORESTALES
Pág. 104 - AGENDA
DEFINICIÓN DEL PROBLEMA
El fuego forestal es un fenómeno de la naturaleza que se presenta sin necesidad de intervención humana, como demuestran las adaptaciones vegetales en muchas zonas del planeta. Sin embargo, se requiere la percepción humana para que el fuego adquiera la consideración de incendio. De acuerdo con Vélez (2009), un incendio forestal es el fuego que se propaga sin control por vegetación forestal que no estaba destinada a arder. Independientemente del origen de la ignición, la decisión subjetiva sobre el destino de la vegetación (si puede o debe arder o no) revela que la calificación de incendio forestal es una expresión entre diferentes posiciones sobre el destino del monte. Incluso cuando el fuego no ha sido provocado por la acción humana suele haber opiniones dispares con respecto a la conveniencia de su extinción y el enfoque de la misma. En muchos casos se trata de un conflicto socioeconómico, en el que se enfrentan distintas visiones sobre cuál debe ser el estado de la vegetación y el uso que se debe dar a la misma. En nuestro país la expresión más habitual de
este conflicto se da en el uso ganadero de los montes, con el empleo del fuego para la regeneración de pastos, aunque existen otros.
POLÍTICAS ADOPTADAS
Esta disparidad de opiniones sobre la presencia o exclusión del fuego en los montes lleva a la existencia de distintas políticas: el manejo del fuego y la defensa contra incendios. La primera opción, adaptación del término inglés fire management, trata de incorporar a la gestión el fuego como un factor ecológico, y reduce la extinción a las necesidades de protección de bienes y poblaciones. Esta orientación ha ido ganando popularidad en las últimas décadas, especialmente en los Estados Unidos, y su aplicación se corresponde con grandes extensiones forestales y una escasa conflictividad por incendios generados desde actividades humanas. En este enfoque es posible permitir la propagación del fuego en terrenos forestales mientras no amenace otros bienes aparte de los forestales o la seguridad de las personas, como una forma de desarrollo de las dinámicas naturales. La segunda opción, la defensa contra incendios, es la política adoptada en España tradicionalmente, y mayoritariamente seguida por las administraciones competentes. En ella, aparte de la aplicación de actuaciones de prevención, se pone el énfasis en extinguir todos los fuegos cuanto antes. La preferencia en España de este enfoque es explicable debido a la reducida extensión de las masas forestales y, por tanto, a una escasa aceptación a permitir que ardan. Por otra parte, la importante proporción de incendios generados por actividades humanas, ya sea de manera accidental, negligente o intencionada, supone un número de incendios elevado en lugares y momentos no deseados por otros integrantes de la sociedad. Esta es la esencia del conflicto: personas utilizando el fuego en los montes y administraciones luchando por excluirlo.
Pero como veremos, aunque una parte importante de los incendios forestales en España tienen su origen en el conflicto descrito sobre el uso de los montes, una buena parte del problema se debe justo a lo contrario, a la falta de uso. El proceso de cambio en el medio rural sucedido en España desde el último tercio del siglo XX ha dado lugar a paisajes con estructuras de combustibles favorables a la propagación del fuego. La reducción de los aprovechamientos de leñas, matorrales y pastos extensivos, y el abandono de tierras de cultivo, han propiciado una expansión de la superficie forestal, principalmente en forma de matorral y regenerado, que se corresponden con modelos de combustible especialmente peligrosos.
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