ESPECIAL SANIDAD FORESTAL

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Comprender cómo se defienden los árboles: primer paso para la prevención de plagas y enfermedades

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Autor(es): Carla Vázquez-González, Alejandro Solla, Luis Sampedro y Rafael Zas
Nº 78 Año(s): 2020
Sección: Colaboración técnica
Subsección: Sanidad forestal
Observaciones: Páginas 125-131

El conocimiento de las interacciones árbol-antagonista abarca desde la identificación de los mecanismos defensivos de los árboles hasta las relaciones con otros organismos del ecosistema que puedan condicionar el estado sanitario de las masas forestales. Aquí presentamos los principales avances llevados a cabo por la comunidad científica en el complejo mundo de las interacciones árbolantagonista, destacando también el conocimiento más reciente generado a partir de estudios en especies anuales, pero poco desarrollado en especies forestales. Para finalizar, hacemos hincapié en cómo estos avances pueden contribuir a desarrollar estrategias de gestión innovadoras y respetuosas con el medio ambiente que permitan incrementar la resistencia de especies leñosas de interés a insectos y patógenos.

MECANISMOS DEFENSIVOS EN PLANTAS Y ÁRBOLES

Las plantas constituyen un alimento asequible para multitud de organismos. Entre estos, insectos herbívoros y microorganismos patógenos son los que causan mayores daños, disminuyendo la eficacia biológica (fitness) de la planta y provocando en ocasiones su muerte. A lo largo de su historia evolutiva, las plantas han desarrollado múltiples estrategias y mecanismos defensivos para hacer frente a los daños causados por esta amplia y diversa comunidad de organismos antagonistas (1, 2).

A grandes rasgos, existen dos tipos de estrategias defensivas en plantas: Las estrategias de tolerancia y las estrategias de resistencia (2, 3). Las estrategias de tolerancia son aquellas que se basan en compensar o minimizar el impacto negativo que los organismos antagonistas causan sobre el fitness de las plantas, sin mayores efectos directos sobre sus atacantes. Las estrategias de resistencia, por su parte, buscan reducir el daño, y por lo tanto tienen un efecto negativo sobre el fitness del organismo antagonista. En las últimas décadas se ha generado un enorme conocimiento sobre los mecanismos de resistencia en plantas, y se han identificado numerosos caracteres defensivos que afectan negativamente a patógenos y herbívoros (4, 5). Se incluyen aquí las defensas mecánicas, que actúan como barreras físicas, difi cultando la entrada de organismos invasores o reduciendo la palatabilidad de los tejidos (p. ej., espinas, tricomas, hojas endurecidas, peridermis), y las defensas químicas o metabolitos secundarios que actúan como tóxicos o repelentes (p. ej., fi toanticipinas, terpenos, látex, compuestos fenólicos, alcaloides, ligninas). Además de estos mecanismos defensivos que actúan de forma directa sobre el organismo agresor, las plantas también han desarrollado estrategias de defensa indirecta, en las que entran en juego otros organismos del ecosistema. Mediante la proporción de alimento, cobijo o información sobre la presencia de herbívoros (p. ej., a través de compuestos volátiles, agallas, domatia, néctar extrafl oral), las plantas atraen a depredadores o parasitoides de estos, disminuyendo el daño causado por herbívoros (6).

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