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Los anfibios de Peñalara vuelven al paraíso

Pág. 1 - SALUDO

Pág. 6 - MEDIO FÍSICO Y SOCIAL

Pág. 30 - MEDIO NATURAL

Pág. 94 - EVALUACIÓN AMBIENTAL

Pág. 122 - MEDIO FORESTAL

Pág. 194 - MEDIO NATURAL URBANO

Pág. 250 - ESPACIOS PROTEGIDOS

Pág. 338 - ESPECIES PROTEGIDAS

Pág. 394 - DEFENSA DEL MONTE

Pág. 408 - APROVECHAMIENTOS FORESTALES

Pág. 432 - NATURALEZA Y OCIO

Pág. 454 - INVESTIGACIÓN

Pág. 494 - FORMACIÓN FORESTAL

Hablar de Peñalara es hablar de anfibios. Ya en 1915, a Bernaldo de Quirós y a Carandell les llamaron la atención la salamandra y la rana patilarga de Peñalara, y se preguntaron si permanecerían bajo la costra de hielo de la laguna Grande durante los largos meses de invierno. Después, en 1931, Vidal Box también quedó sorprendido por la abundancia de salamandras y de sapos parteros en los alrededores de la laguna.

Años después, mucha más gente se interesó por Peñalara. Pero la forma de acercarse a la montaña no fue tan respetuosa. El tren llegó al puerto de Los Cotos en 1964, y en 1969 se construyó la estación de esquí de Valcotos. La afluencia masiva de visitantes, sin ningún tipo de control, provocó un gran impacto en la zona y en sus ricas poblaciones de anfibios. Y junto con los visitantes, llegaron también especies animales que nunca debieron estar allí. 

Un salmónido americano procedente de Norteamérica fue introducido en la laguna Grande para pesca deportiva. Los pescadores locales trasladaron alevines de trucha común a las cabeceras de los arroyos. E incluso algún desaprensivo, en la década de los 80, liberó unos cuantos tritones alpinos -procedentes de la cordillera Cantábrica- en el corazón de Peñalara.

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