ESPECIAL COMUNIDAD DE MADRID

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Los grandes incendios en Madrid

Pág. 1 - SALUDO

Pág. 6 - MEDIO FÍSICO Y SOCIAL

Pág. 30 - MEDIO NATURAL

Pág. 94 - EVALUACIÓN AMBIENTAL

Pág. 122 - MEDIO FORESTAL

Pág. 194 - MEDIO NATURAL URBANO

Pág. 250 - ESPACIOS PROTEGIDOS

Pág. 338 - ESPECIES PROTEGIDAS

Pág. 394 - DEFENSA DEL MONTE

Pág. 408 - APROVECHAMIENTOS FORESTALES

Pág. 432 - NATURALEZA Y OCIO

Pág. 454 - INVESTIGACIÓN

Pág. 494 - FORMACIÓN FORESTAL

La Comunidad de Madrid registra la mayor densidad de población de todas las comunidades autónomas españolas. Somos seis millones de personas, tantos arriba, tantos abajo, metidos en una de las provincias de menor extensión de España. Casi todos juntos en Madrid, la capital, y su área metropolitana: Móstoles, Coslada, Fuenlabrada, Leganés, Alcobendas, Alcorcón, San Fernando de Henares… Tanta construcción para que todos quepamos; tanto terreno industrial para que trabajemos; tanta infraestructura para que vivamos. Madrid, ese monstruo para algunos, o ese gran desconocido para tantos. Porque quizás no sepan que sin embargo Madrid, su provincia, atesora un atrimonio forestal y natural no imaginado siquiera no solo por el gran público, sino también por los profesionales del monte en cualquiera de sus facetas.

Ya ven: más de la mitad de la provincia está catalogada como terreno forestal por el Tercer Inventario Forestal. Donde se asegura, con autoridad, que de las 802.769 hectáreas que ocupamos, 420.093 son de “uso forestal” y, a su vez, más de la mitad de estas, concretamente 270.086, dice el inventario que es arbolado. Y ahí está. 

Para sorpresa de no pocos, nuestro Madrid, la Comunidad de Madrid, cuenta con un variado muestrario de ecosistemas de diferentes tipos. Esos entornos naturales similares a los navarros, como es el hayedo de Montejo; esos pinares centenarios como los de Guadarrama, Cercedilla o La Fuenfría; esos espacios adehesados que reproducen la estampa de tierras extremeñas, con sus encinares, sus dehesas, sus pastos y, no lo duden, hasta con alguna que otra ganadería brava; esos bosques de ribera, en las orillas del Jarama, del Lozoya, del Manzanares o del Tajo; esos montes del suroeste, emparentados ya con el inicio del valle del Tiétar y con la sierra de Gredos. 

Madrid, claro que sí, es todo eso. Todo eso y carreteras; todo eso y monstruosas poblaciones; todo eso y múltiples líneas ferroviarias; todo eso y la proliferación de urbanizaciones y asentamientos urbanos; todo eso y seis millones de seres, urbanitas en su vida cotidiana la inmensa mayoría, que quieren, desean y tienen derecho a disfrutar de su todo eso porque también es suyo. 

Aquí es dónde entramos los profesionales del asunto: ¿cómo hacer posible la convivencia de dos mundos tan antagónicos y, sin embargo, tan necesitados uno del otro? ¿Cómo casar el asentamiento urbano, millonario en demografía, con el respeto y, a la vez, disfrute del medioambiente que lo rodea? En el fondo, somos como “celestinas” que buscamos en la sombra el lecho para amantes tan dispares. Esa es nuestra misión. Solo que entre nosotros lo llamamos “interfaz”.

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