Pág. 1 - SALUDO
Pág. 6 - MEDIO FÍSICO Y SOCIAL
Pág. 30 - MEDIO NATURAL
Pág. 94 - EVALUACIÓN AMBIENTAL
Pág. 122 - MEDIO FORESTAL
Pág. 194 - MEDIO NATURAL URBANO
Pág. 250 - ESPACIOS PROTEGIDOS
Pág. 338 - ESPECIES PROTEGIDAS
Pág. 394 - DEFENSA DEL MONTE
Pág. 408 - APROVECHAMIENTOS FORESTALES
Pág. 432 - NATURALEZA Y OCIO
Pág. 454 - INVESTIGACIÓN
Pág. 494 - FORMACIÓN FORESTAL
Los últimos tejos refugiados en las abruptas umbrías del Guadarrama, los altos pinares de la sierra, las veteranas hayas y robles del Chaparral de Montejo, los abedules, temblones y acebos de la Dehesa de Somosierra, los fructíferos castaños de Las Machotas, los sufridos fresnos y rebollos del piedemonte, las maternales encinas de las alcarrias madrileñas y de las dehesas del suroeste, los plátanos y cipreses de los Reales Jardines tienen entre sus miembros venerables ejemplares guardianes del paso del tiempo y espectadores de las vicisitudes humanas.
ORÍGENES DEL PAT RIMONIO ARBÓREO DE LA COMUNIDAD DE MADRID
Los habitantes de la Comunidad de Madrid disfrutan de un patrimonio arbóreo de especial relevancia. La presencia de añosos y extraordinarios árboles en nuestra región se debe a varias circunstancias; por un lado a la existencia de una extensa franja montañosa
(sierra del Guadarrama y Somosierra) que, por su mayor pluviosidad y dificultades de acceso y de aprovechamiento por el hombre, ha podido conservar interesantes muestras de bosques primigenios y de árboles venerables. Por otro lado, el asentamiento de la Corte española en la villa de Madrid conllevó la presencia de grandes palacios ajardinados y de quintas tanto de los reyes como de la alta nobleza, que acotaron amplias superficies para la caza y el esparcimiento, en las que se prohibieron cualquier otro aprovechamiento que afectase a la vegetación arbórea existente, a la vez que se promovió la plantación de raras especies traídas de los territorios de ultramar y nuevas tierras descubiertas.
Con respecto al primer factor comentado anteriormente, en las sierras del Guadarrama y Somosierra se encuentran ejemplos de pueblos que han sabido conservar, con gran esfuerzo, su capital arbóreo, en gran medida debido a que pudieron conservar la propiedad de los antiguos montes comunales (la mayoría de ellos, en la actualidad, Montes de Utilidad Pública), que por distintas y a veces azarosas razones se libraron de las desamortizaciones del siglo XIX. Tales son los casos de Rascafría y Canencia, refugio de milenarios tejos; Puebla de la Sierra y sus añosos robles (Quercus pyrenaica) y cerezos; Somosierra y su majestuosa dehesa, bosque mixto donde se esconden ejemplares de las más diversas especies (robles, abedules, rebollos, fresnos (Fraxinus excelsior), temblones, avellanos, acebos, etc.); Montejo de la Sierra, con el hayedo de El Chaparral, plagado de grandísimos ejemplares de hayas y robles (Quercus petraea); o San Martín de Valdeiglesias, con sus colosales pinos piñoneros.
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